sábado, 28 de marzo de 2009

Penang, Malasia: Riqueza cultural...

La siguiente parada fue Penang, al norte de Malasia. ¡Qué andada en bus desde Kuala Lumpur!
Y pregunta: ¿dónde estaba ubicado nuestro hostel esta vez? Si pensaste que en China town, respuesta correcta jaja! Mis compañeros de viaje eran tres chinos y un español que de tanto vivir en Asia ya es igual que ellos. Entonces, qué me esperaba más que tener que dormir en el barrio chino en Georgetown.

Penang es considerada una de las regiones con más riqueza cultural de todo Malasia. Acá se encuentran templos y altares de todas las religiones y para todos los dioses, con diseños y arquitecturas variadísimas: budistas, hindúes, musulmanes, católicos y cristianos, y un montón que no supe a quien estaban dedicados... Para todos hay.
Visitamos el segundo templo budista más grande de Malasia. Tiene influencia arquitectónica malaya, tailandesa y china. Es colorido por donde uno lo vea, con pagodas altísimas y muchos elementos rojos con dorado, caractrísticos de China.
Fue la primera vez que vi un buda en tamaño real. El interior del templo era muy elegante, muy dorado, que se nota que le invierten plata para mantenerlo así. No soy fan de buda, pero el templo era bien bonito. Estaban los dorados budas gigantes al frente con incontables candelas, y un banquito para que la gente se arrodille a adorar. Las paredes tienen incrustados budas pequeños, todos doradísimos! En este lugar para donde mirés, hay un buda viéndote.
Y por supuesto, antes de entrar hay que quitarse los zapatos. Me da cólera, me obligan dejar los zapatos en la puerta, y no es que esté limpio el piso! ¿Entonces cuál es el punto? Sí, respeto, respeto.

¡En la calle de salida, camino hacia Penang Hill encontré una iglesia cristiana! ¡Fue como sentirme en casa!
Penang Hill es una montaña donde hay... sí, más templos. Es curioso porque en la cima hay un templo hindú, una mezquita y más budas. Todos conviven en armonía jaja! Chiste malo.
Para llegar a la cima tuvimos que embutirnos en un tren todo malucho, que no sé cómo no se cayó porque iba casi en perpendicular. Y después de sudar todo el día, en ese trencillo nadie olía a flores. Este es el momento en el que uno valora el aire y el perfume. ¡Qué experiencia! Pero valió porque desde arriba la vista de la ciudad era increíble.

Eso sí, me quedé con las ganas de ir a MI iglesia.

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